Por Diario UNO el diciembre 22, 2014
Teresa Tovar Samanez
Pese a los límites de la calidad educativa, muchos niños y jóvenes aprendieron que vivimos en una democracia con derechos ciudadanos a preservar para la salud de la nación. Hoy miles de jóvenes están protestando por la llamada Ley Pulpín. ¿Son ignorantes? No es viable que tantísimos jóvenes estén manipulados. Pensarlo es subestimar un fenómeno social de envergadura mayor. La movilización juvenil nos recuerda que los derechos sociales y laborales no son un asunto deleznable sino una conquista histórica de miles de personas que formaron parte de la construcción de la democracia.
Los derechos sociales y laborales están por ello consagrados en pactos de rango internacional. Surgieron para evitar que la barbarie se impusiera sobre la civilización y evitara la esclavitud, las jornadas de 18 y más horas, los despidos injustificados, la discriminación en el trabajo, etc.
Como una novela de Julio Verne al revés, la realidad de hoy parece ciencia ficción del pasado y hoy se quiere impulsar la Ley Pulpín con argumentos del siglo XIX y pasando por alto la normativa internacional como si fuera papel para reciclar. Sorprende la ligereza con la que se habla de los derechos como algo equívoco o deleznable: “A muchos jóvenes que hoy día le llenas la cabeza en teoría de una serie de derechos laborales, entre comillas” (O. Humala); “Armamos una ensalada de ‘derechos adquiridos’” (R.M. Palacios); “Se ha querido vender como derechos lo que no son otra cosa que prebendas” (J.C. Tafur); “Lo que causa el daño a los trabajadores jóvenes es precisamente el afán tuitivo de muchas reglas laborales” (Bullard).
Si la escuela cumple su cometido deberá enseñar que las vacaciones, la indemnización por despido, la CTS (tiempo de servicios) la asignación familiar, no son privilegios sino garantías básicas de dignidad, de poder trabajar protegiendo a los hijos, proyectando el futuro y descansando el tiempo necesario para sentirse persona y no una máquina, como el poeta XuLizhi trabajador de IPHONE que se suicidó recientemente: “La juventud se detuvo en las máquinas, murió antes de tiempo”. Esos niños de hoy, jóvenes mañana seguirán teniendo la capacidad de defender principios básicos y distinguir con claridad derechos de prebendas Estas últimas sí son, por ejemplo, las exoneraciones de estudios ambientales a la “inversión”, o la extensión de cuotas de pesca de anchoveta vía lobbys, medidas que no resguardan la dignidad de los inversionistas, sino únicamente sus ganancias.
Es sumamente peligroso que no solo se recorte derechos sino que se cuestione principios básicos civilizatorios, entre ellos el de la no discriminación por motivos de raza, color, sexo, edad, origen social, etc. establecidos en las Naciones Unidas. Su transgresión no solo afecta a los jóvenes sino a la salud de la democracia. Los jóvenes están dando una lección clave de ciudadanía, incluso al margen de lo que piensa el Ministro de Educación quien, lamentablemente, ha justificado la desacertada medida.