Hay una cercanía muy grande entre su gesto de desafiar al poder con la guerrilla de 1965 y dar su contribución en 2015 para que acabe la dominación capitalista en el mundo.
Desde abajo, desde muy lejos -en las tierras calientes de Cusco- los arrendires de La Convención iniciaron una larga huelga y se dieron cuenta que, sin saberlo, la recuperación sin pago de las parcelas de los siervos de las haciendas y la expulsión de los hacendados de horca y cuchillo eran, en realidad, una reforma agraria. Fue la primera del país, decretada por la Federación Departamental de Campesinos del Cusco, en 1962.
Cusco tierra o muerte ha sido la gran consigna que abrió el camino para la primera gran transformación del país. En 140 años de vida republicana no había sido tocado el orden de la monarquía española dejado en manos de los hacendados. Después del arreglo de cuentas con los hacendados se abrieron las puertas y ventanas para exigir democracia en serio, para defender la vida y todos los derechos.
La gran rebelión cusqueña fue una sorpresa para todo el mundo, también para el partido Comunista. Grupos de jóvenes del PC tuvieron la sensibilidad de darse cuenta de ese viento político nuevo para cambiar el país.
Convencido de la necesidad de apoyar a las tomas de tierras a pesar de que Hugo Blanco, su dirigente más importante, era un trotskista, un pequeño núcleo organizó el Ejército de Liberación Nacional y con las armas en las manos se fue al monte.
Héctor Béjar sería uno de los primeros guerrilleros, al lado de Luis de la Puente Uceda, un aprista rebelde que fundó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, y que también se fue al monte.
Eran tiempos de la revolución cubana, de Fidel, del Che; tiempos de esperanza fortalecida y reverdecida; tiempos de ilusión. Parecía que la victoria estaba allí cerca, en la parte alta de una loma.
Cuando Javier Heraud, Alaín Elías, Héctor Béjar, Edgardo Tello, Luis de la Puente, Guillermo Lobatón, Máximo Velando y otros, fueron a diversos lugares de las tierras altas y bajas de la Amazonía, la ola de la rebelión campesina había pasado.
Ya no era posible sumar fuerzas y multiplicarlas, pero el gesto de ir al encuentro con los sentires profundos de los pueblos queda como una huella, como una lucecita que no debiera apagarse nunca. Sus dirigentes fueron a las cárceles o pagaron con sus vidas la osadía de querer cambiar el mundo.
El ejército y la policía ya sabían lo que podía ocurrir y los esperaban. Enfermo de uta, Héctor Béjar pudo salir de las selvas de Ayacucho y cayó en Lima. Luego de 4 años de cárcel, fue amnistiado por el gobierno del General Velasco junto a Hugo Blanco y Héctor Chacón, uno de los líderes de las tomas de tierras en la sierra central.
Debió haber reflexionado mucho antes de asumir una responsabilidad política muy grande para convertirse en uno de los directores de SINAMOS, sabiendo que al hacerlo cargaría con el pasivo de la llamada revolución velasquista.
Estaba convencido de la necesidad de llevar adelante la cuarta reforma agraria, la más radical de nuestra historia, para que desaparezcan los hacendados de horca y cuchillo. Ejerció su derecho de creer que el camino de la izquierda peruana pasaba por el velasquismo.
Viene a mi memoria la carta de José María Arguedas saludando la reforma agraria de Velasco, expresando su alegría porque, al fin, se acabaría el mundo de los hacendados.
Luego del golpe militar que derrocó al general Velasco, en 1975, dedicó años de trabajo con sus compañeros del CEDEP para tratar de entender mejor el país y para conservar el recuerdo de Velasco.
Después, volvió a las aulas universitarias como alumno y como profesor en San Marcos. Lo veo pasar por el patio de Ciencias Sociales, camino a las aulas del postgrado, para tratar de las políticas sociales en el país y para analizar las utopías políticas.
En su tesis doctoral en San Marcos, Mito y utopía, volvió los ojos sobre las ideas y sueños que aparecen y se esconden en los proyectos y prácticas políticas. Luego de la lejana uta, un nuevo aviso para su vida lo sorprende cuando desde una columna semanal en el diario UNO escribe sobre la crisis del sistema capitalista mundial.
Hay una cercanía muy grande entre su gesto de desafiar al poder con la guerrilla de 1965 y dar su contribución en 2015 para que acabe la dominación capitalista en el mundo. Al borde de los 80, el compañero Héctor Béjar libra una batalla más.
En esta reunión de homenaje con canto y música me parece importante señalar que Héctor Béjar tiene ganado un lugar en la historia del país, porque fue uno de los primeros jóvenes militantes del PC que con su olfato político, su sensibilidad poética y vital, se dio cuenta del potencial político de las luchas campesinas por la tierra para el futuro del país.
Tuvo la fuerza suficiente para no seguir la línea política de su partido y negarse a ser solo un guardián lejano de los intereses de la Unión Soviética, considerada entonces como la “madre patria” del socialismo. (Menos de 30 años después, en 1989, esa “madre patria” se desvaneció en el aire).
Prefirió oír las voces rebeldes de los peruanos de abajo. Con su corto paso por las selvas ayacuchanas y cusqueñas fue parte del primer gran momento de la izquierda peruana que comenzó en 1961 en Cusco y terminó, lamentablemente, en Lima, en 1980 con la ruptura de ARI. Otra sería la historia de la izquierda y del Perú si la Alianza Revolucionaria de Izquierda (ARI, sí, en quechua) se hubiera consolidado.
Que las voces de los artistas, sus guitarras y charangos, acompañen con toda su energía y dulzura al compañero Héctor Béjar. Le recordarán con alegría que en tiempos de su opción por irse al monte escribía versos, reía, se conmovía, soñaba. El tiempo transcurrido desde entonces, no borró esas virtudes. Fuerza, Héctor. Con el mayor cariño.
Fuente: recuperado el 8 de febrero de 2015 del Diario Uno, en: http://diariouno.pe/columna/hector-bejar-en-la-historia-peruana/