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Atila en los libros de arte

  • Antonio Zapata Velasco
  • 18 mar 2015
  • 3 Min. de lectura

Miércoles, 18 de marzo de 2015

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Ha levantado polvareda la orden del alcalde Luis Castañeda de borrar los murales pintados durante la gestión de su antecesora Susana Villarán. Se le ha criticado en cientos de artículos y notas periodísticas, aunque también ha recibido algún respaldo. Pero se viene olvidando un célebre antecedente: el intento de borrar la pared donde un negro angoleño había pintado al Señor de los Milagros. Recordémoslo, para comparar al virrey de entonces con el alcalde actual.

La historia comenzó en 1651, cuando un esclavo pintó en una pared de adobe la imagen de Cristo en la cruz. Esa pared era parte de una humilde cofradía de negros y mulatos, que se reunía en un lugar llamado Pachacamilla. Era una zona periurbana, donde se mezclaban algunas huertas con corralones situados en los bordes de la ciudad. Los esclavos urbanos eran bastantes y en Lima superaban las diez mil personas, la mayoría vivía por su cuenta y trabajaba para sus amos en diversos oficios. Esos negros tenían sus cultos, que de una manera evidente eran creaciones sincréticas, combinando ritos africanos con el cristianismo.

El mismo año 1651 se produjo el terremoto que hizo célebre el mural. Fue un fuerte movimiento telúrico que provocó destrucción y muerte. La cofradía de los negros angolas se cayó entera, salvo la pared con el Cristo recién pintado. Inmediatamente se expandió la voz, el mural había sobrevivido. Por ello se llamó Señor de los Milagros, por haberse salvado en medio del derrumbe general.

Los siguientes veinte años fueron cruciales. Entre los esclavos de Lima, la pared considerada milagrosa se hizo muy famosa y se organizaban reuniones para venerarla; incluso dio motivo a peregrinajes. Cada viernes al caer el día, una misa daba pie para un baile de clara remembranza africana. Participaba tanta gente y era tan entusiasta que tenía que despertar sospecha.

Un buen día, el párroco de la zona se quejó al Virrey, que era el famoso Conde de Lemos. El responsable de las almas del lugar le pidió al poder político que borre el mural del Señor de los Milagros. Según su razonamiento, la pared pintada había dado origen a un culto pagano que no podía seguir permitiéndose.

Entre el 6 y el 13 de setiembre de 1673 el virrey intentó borrar el mural, pero no pudo. Un intento se frustró porque el pintor tuvo un ataque de pánico cuando trató de hacerlo. Tembló y tuvo que ser retirado del andamio; a continuación otro voluntario se quebró e incluso un soldado volvió a la carga pero igual no concretó su propósito. Una muchedumbre los abucheaba y finalmente la comitiva se retiró. Otro intento acabó igualmente en fracaso, hubo una lluvia.

En ese momento el virrey entendió. Se presentó, rindió honores al mural y ordenó que se construya una ermita. Este fue el segundo milagro, otra vez sobrevivió, en esta oportunidad a la envidia y al celo que intentó borrarlo; fue llamado Señor de las Maravillas.

Castañeda no seguirá el ejemplo del Conde de Lemos. A diferencia suya no va a salvar los murales para incorporar la tradición grafitera como parte de la oficial. Él está procediendo como el párroco, borrar todo lo que recuerde algo anterior y distinto. Más bien, con su actitud política, el virrey generó una multitudinaria procesión que con el paso de los siglos se ha constituido en el alma de Lima y constituye la conexión espiritual con la patria de todos los peruanos del exterior.

Para generar tradiciones positivas se suma, se incorpora lo de unos y se lo añade al torrente principal. Mientras que el nivel de Castañeda solo alcanza para borrar el recuerdo de Villarán. No le importa agredir al arte grafitero, cuya reputación se ha expandido por todo el planeta. Quedará como Atila en los futuros libros de arte.

Pero, en su caso hay un agravante. Castañeda no borra por gusto, quiere desviar la atención de un tema crucial, acaba de renovar por tres años el permiso de circulación de las combis; borra paredes para que no veamos el fin de la reforma del transporte.

Fuente: Recuperado el 18 de Marzo de 2015 en: http://www.larepublica.pe/columnistas/sucedio/atila-en-los-libros-de-arte-18-03-2015


 
 
 

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