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El TPP y el 'mundo feliz' de las transnacionales


Aunque en EE.UU. el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) ha sido frenado momentáneamente por el Congreso de ese país, en Perú, tanto el gobierno como algunos sectores insisten en su firma. Hace unos días la exministra del gobierno aprista Mercedes Aráoz, en un artículo (“¿Por qué es importante el acuerdo Transpacífico?”, Perú 21: 07/06/15), afirmó que era necesario firmarlo ya que este tratado, como los TLC, es de vital trascendencia para el Perú. La idea es que vamos a tener acceso a más del 50% del comercio y del flujo de inversiones mundiales, a lo que suma la homologación de reglas entre los diferentes acuerdos. También señaló que este tratado no nos aísla de China, nuestro segundo socio comercial. Sin embargo, si acudimos a Internet podemos encontrar no una sino centenas de artículos que demuestran todo lo contrario a lo afirmado por el gobierno y por la exministra.

El Premio Nobel Joseph Stiglitz, en su artículo “Las corporaciones multinacionales y su secreta toma de control” (La Nación: 14/05/15), señala que “No es difícil ver por qué. Estos acuerdos van mucho más allá del comercio, ya que también rigen sobre las inversiones y la propiedad intelectual, imponiendo cambios fundamentales a los marcos legales, judiciales y regulatorios de los países sin que se reciban aportes o se asuman responsabilidades a través de las instituciones democráticas”.

Respecto a un nuevo mecanismo de solución de controversias inversionista-Estado y que el Mincetur afirma “no está aceptando”, Stiglitz manifiesta: “Tal vez la parte más odiosa –más deshonesta– de estos acuerdos es lo concerniente a las disposiciones de protección de los inversores” ya que estas disposiciones lo que buscan es impedir que la salud, el cuidado del medio ambiente, la seguridad, así como otras áreas, sean regulados por los estados firmantes de este acuerdo. En realidad, las empresas transnacionales podrán recurrir a tribunales, que no serán los nacionales, y demandar compensaciones “por cualquier reducción de sus ganancias futuras esperadas, que sobreviniesen a consecuencia de cualquier cambio regulatorio”. La pregunta es si esa no aceptación será posible con un gobierno y una derecha, como las actuales, que han optado por negociar en secreto el TPP para ser socios estratégicos ya no solo de EE.UU. sino también de las transnacionales.

Por otro lado, a diferencia de lo que afirma Aráoz, el TPP sí afectará nuestras relaciones con China. La conocida filósofa y analista política Susan George afirma que si se aprueban tanto el TPP como el Acuerdo Transatlántico EE.UU.-UE, estaríamos frente a un “golpe geopolítico global”. En este contexto, afirma George, EE.UU. tendría la capacidad de decirle a China que tiene que hacer lo mismo que se dispone en el tratado o quedará marginada. Además, todos los países del BRICS están excluidos de estos acuerdos. Estaríamos frente al dominio global de los EE.UU. y a un nuevo orden internacional.

Si consideramos que las actuales negociaciones, con los países del Pacífico y con los de Europa, son secretas y que estarán cerradas al público durante treinta años en el caso europeo, y lo mismo sucederá con el TPP, es claro que las mismas no solo afectan nuestra soberanía nacional sino también nuestra vida cotidiana en temas tan sensibles como la salud, el medio ambiente, las comunicaciones, la propiedad intelectual, etc. Y si a todo ello sumamos el Acuerdo en Comercio de Servicios (TISA, por sus siglas en inglés), similar al TPP, que Perú también pretende firmar y que involucra a sectores tales como finanzas, telecomunicaciones, comercio electrónico, transporte aéreo y marítimo, movimiento de personas físicas, regulaciones nacionales internas, servicios postales universales, etc., es claro que terminaremos siendo una suerte de nueva colonia de EE.UU. y de las transnacionales.

Este es el “nuevo mundo” que nos proponen Mercedes Aráoz y el Mincetur, es decir, el gobierno, quien, junto con la derecha, mantienen en secreto estos temas, para luego firmar los acuerdos y blindar aún más el actual modelo económico.

(*) Parlamentario Andino

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