Una pregunta fundamental que Keiko Fujimori no contestó en Harvard es qué pasaría con su padre si fuera ella Presidente. Para los antifujimoristas, la respuesta es obvia: Alberto Fujimori saldrá libre. Desde esta perspectiva, el fujimorismo siempre fue —y siempre será— una mafia; una banda de criminales que busca volver al poder para saquear al Estado y vengarse por todo lo ocurrido desde 2000. Alberto y Keiko son socios en la mafia —una sociedad reforzada por la lealtad filial.
No estoy tan seguro que el fujimorismo funcione de esta manera. El neofujimorismo se aproximaba a esta imagen cuando surgió hace poco más que una década. Era una red de autoritarios y corruptos desplazados, junto con un pequeño movimiento social dedicado al regreso de Alberto.
Pero la organización fujimorista ha cambiado (sé que esto es una herejía entre mis amigos caviares, pero hay que analizar las cosas como son, no como quisiéramos que sean). Hace diez años, el poder en el fujimorismo estaba indiscutidamente en manos de Alberto y sus adictos. Keiko, recién llegada del exterior, era una mera carta electoral, sin poder propio.
Hoy Keiko es la jefa (casi indiscutida) del fujimorismo. El poder está cada vez más concentrado en sus manos. Los votos –la capacidad de ganar elecciones— son la principal fuente de poder en los partidos peruanos. Y Keiko (más que su padre, según las encuestas) tiene los votos. Los fujimoristas lo saben, y por eso cierran filas detrás de ella. El fujimorismo sigue siendo personalista, pero hoy gira alrededor de Keiko, que tiene futuro político, y no Alberto, que no lo tiene.
Hoy en día, entonces, Keiko, y no Alberto o sus viejos compinches, toma las principales decisiones dentro del fujimorismo. No veo evidencia de una mafia detrás que influya sobre ella (de hecho, tiene pocos asesores). Por eso, si queremos entender (o pronosticar) el comportamiento del fujimorismo, tenemos que enfocarnos en los objetivos e incentivos de Keiko.
¿Qué busca Keiko? Cuando empezó, buscaba liberar a su padre. Pero Keiko se ha convertido en una política profesional. Y como cualquier político profesional, busca una carrera política larga y exitosa. Para lograr eso, ayudaría no solo ganar la presidencia sino gobernar bien –sin grandes crisis o escándalos.
Allí surge el fantasma de Alberto. Si gana Keiko, habrá una tremenda presión interna para liberarlo. El neofujimorismo nació como frente de defensa de Alberto Fujimori, y durante mucho tiempo, la liberación del ‘Chino’ era su principal razón de ser. Keiko lo ha prometido en el pasado (“no me va a temblar la mano”), y la militancia sigue exigiéndolo. Políticamente, será muy difícil resistir estas presiones.
Pero la liberación de su padre sería una pesadilla política para Keiko. Como muchos presidentes, Alberto Fujimori tiene un enorme ego y una casi delirante ambición de poder. Y está acostumbrado a mandar. Keiko es su hija. No existiría políticamente si no fuera por él. No creo que Alberto –que tiene la misma edad de PPK– esté dispuesto a dar un paso al costado, subordinarse a la autoridad de su hija, y dejar que ella gobierne sola. Dada la oportunidad, buscará influir sobre –sino controlar– el gobierno de Keiko. (¿Parece una locura? Alberto viajó a Chile en 2005 creyendo que el pueblo peruano iba a levantarse –estilo Perón 1945– y llevarlo de nuevo al poder.)
Si Keiko gana y Alberto sale de la cárcel, veo tres posibles escenarios –todos nefastos para la institucionalidad democrática. El peor (y menos probable) escenario es algo parecido a Argentina en 1973, cuando Héctor Cámpora ganó la presidencia, renunció, y llamó a nuevas elecciones para que Perón –que había sido proscrito– pudiera postular y ganar. Eso significaría una ruptura con el estado de derecho. Sería difícil conseguir, pero si Keiko gana en la primera vuelta y obtiene una mayoría legislativa, hay quienes lo propondrán.
Otro escenario sería una situación de poder dual, en la cual Keiko mantiene la presidencia pero Alberto se convierte en una figura influyente detrás del trono. En el peor caso, Keiko sería una especie de títere, como lo fue Dmitry Medvedev cuando Putin dejó la presidencia entre 2008 y 2012.
El tercer (y más probable) escenario es el conflicto. A los políticos no les gusta compartir al poder. Keiko no quiere ser títere. Además, un cogobierno con su padre destruiría la imagen de demócrata que viene construyendo. Si Alberto pretende ejercer el poder, entonces, Keiko podría rebelarse, como hizo Cárdenas contra el ex Presidente Calles en México en 1936.
Un choque entre Keiko y Alberto generaría una crisis. Alberto buscaría movilizar a la base fujimorista, dividiendo al partido y dejando a Keiko aislada. Sus amigos en los medios, el poder Judicial, y las fuerzas armadas podrían hacerle la vida imposible a Keiko. El gobierno de Keiko quedaría muy debilitado, generando incertidumbre, inestabilidad, y quizás una crisis constitucional.
Se dice que el empresariado estaría contento con Keiko presidente. Pero a los empresarios no les gusta la incertidumbre o la inestabilidad. Y el fantasma de Alberto genera muchísima incertidumbre.
(Hay un cuarto escenario, en el cual Alberto se jubila y se retira a su casa. Pero me parece poco realista. Son pocos los ex presidentes poderosos que, ante la posibilidad de volver a la cancha, se quedan callados en la tribuna).
Aunque Keiko no pueda reconocerlo públicamente, creo que a ella le conviene que su padre se quede en la cárcel. Si Alberto sale, pondrá en riesgo su imagen política, la estabilidad de su gobierno, y quizás la institucionalidad democrática.
Keiko Fujimori debe explicar, de una manera clara y creíble, qué haría con su padre si ganara la presidencia. Su posición pública es que no le daría un indulto, porque no se debe utilizar el Estado para favorecer a un familiar. Prefiere la vía judicial. Pero dada la debilidad y corrupción del poder Judicial, esa posición es poco creíble. Si Alberto sale por la vía judicial bajo un gobierno de Keiko, ¿quién va a creer que fue un acto “independiente”?