Las mujeres comenzaron a acceder a la política cuando ganaron la batalla por el derecho al voto, a mediados del siglo XX. La presencia de las mujeres en el Parlamento se vio reforzada por el sistema de cuotas, implementado en Perú en 1997. En el año 2000 se incrementó la cuota de género en las listas de candidatos al Congreso y en 2002 se aplicó en los niveles municipal y regional.
En los siguientes años tuvimos mujeres en varios ministerios, se eligieron alcaldesas y dos candidatas presidenciales que levantaron el programa neoliberal y no llegaron a palacio.
Fue el caso de Lourdes Flores Nano, que aspiró a la presidencia en las elecciones de 2001 y 2006, ocupando el tercer lugar. Y el caso reciente, Keiko Fujimori, en el 2011, que pasó a la segunda vuelta, siendo superada por su contendor.
2016: DOS MUJERES, DOS PROGRAMAS
En la campaña electoral presente, por primera vez en la historia, dos peruanas compiten para hacerse de la banda presidencial: Verónika Mendoza, representante de la izquierda, candidata del Frente Amplio, destacada congresista conocida por defender a las comunidades andinas y amazónicas de los abusos de las transnacionales. Socióloga educada en París, aspira construir un nuevo país en el que todos los niños y las niñas puedan tener una educación y hablen castellano, aymara o awajún; un Perú nuevo en el que las mujeres decidamos libremente sobre nuestra vida y sobre nuestros cuerpos. Enarbola la paridad en la lista congresal, de igual cantidad de mujeres y hombres.
La otra aspirante es Keiko Fujimori, del partido Fuerza Social, representante de la derecha y con un programa político bajo el modelo primario exportador que inauguró su padre, Alberto Fujimori, presidente elegido que impuso con violencia el modelo neoliberal, para luego convertirse en dictador que quiso gobernar el Perú por quince años. Actualmente en la cárcel por crímenes de lesa humanidad ¿Será posible que la candidata Keiko Fujimori pueda revertir el voto de rechazo al régimen corrupto y criminal de su padre?
Es decir, dos candidatas a la presidencia, dos mujeres con rumbos diferentes, con ideologías distintas, con concepciones de vida opuestas se encuentran frente a frente en una campaña eleccionaria, en un momento en que el cambio de ciclo del país cobra vital importancia.
NUEVOS LIDERAZGOS Y GOBIERNOS PROGRESISTAS
Lo cierto es que la llegada al gobierno de mujeres progresistas como Michelle Bachelet, Cristina Fernández y Dilma Rousseff, reactualiza el debate acerca de la presencia de las mujeres en la política y las características de sus liderazgos.
¿Qué aportan de nuevo las mujeres? Un estilo de manejar el poder más flexible, abierto y proclive al diálogo, aunque muchas veces los entornos las condicionan, masculinizándolas.
En cualquier caso, las transformaciones políticas, sociales y culturales, la redemocratización de América Latina, las políticas de cuotas y los mayores niveles educativos alcanzados por las mujeres han fortalecido su presencia política. Sin embargo, persisten viejos obstáculos, desde los estereotipos sexistas hasta las dificultades económicas, que es necesario superar y cambiar.
Las características femeninas sintonizan con las nuevas necesidades de liderazgo: abierto, no competitivo, innovador, flexible, consultivo, comunicativo, persuasivo y cooperativo (más que impositivo o competitivo).
Desde este punto de vista, las mujeres saben compartir el poder y la responsabilidad, combinan intuición y racionalidad, poseen elevadas habilidades interpersonales (como la empatía y la capacidad de escucha); crean grupos de trabajo, asumen riesgos para mejorar y pueden mantenerse cerca del personal o el equipo de trabajo y entender su diversidad.
Se considera también que son capaces de encarar la resolución de conflictos de modo tal que todos salgan ganando, sobre la base de un estilo más dialogante y pedagógico.
Para ello desarrollan, según este punto de vista, una actitud más receptiva, comprensiva y participativa, antijerárquica, que favorece los valores y las acciones colectivas. Esto permite generar políticas de cuidado y apoyo mutuo, más cercanas a los sentimientos de las personas.
Se asevera que las mujeres son más compasivas e incluso más independientes a la hora de expresarse y de tomar decisiones. En resumen: un liderazgo más interactivo, que estimula una mayor participación y es menos agresivo.
Estamos, sin duda, en una etapa de gran descrédito de los políticos tradicionales y en la imaginación popular no son mujeres sino hombres los responsables de las políticas que perjudican al pueblo peruano.